Y de repente te marchas,
y no encuentro las palabras para expresar la congoja que me atraviesa el alma.
¿Por qué te quiero tanto?.
Supongo que no hay respuesta para lo que siento,
simplemente lo creo, lo pienso y lo vivo,
y eso es suficiente para explicar las chispas que encendiste en mí mente cuando entraste en mi vida,
sin avisar, como un fuerte huracán (pero sin destrozar nada en el camino, pues eres sensata).
Y no es que me volvieras loca (que también),
si no que aplicaste tu sabiduría en el transcurso de mi vida,
dándole matices de ilusión y
pinceladas de alegría.
Cambiándolo todo con tus aires de júbilo, alborozo y diversión.
A veces me siento como un lienzo en blanco,
al que pintaste con todos los colores de tu cándido corazón,
llegando un momento a fusionarse la artista con la obra,
de tal manera,
que todo se llenó de un mutuo amor.
Me embrujaste con tu mirada,
tu ligera figura me cautivo,
me sedujiste con tu piel de porcelana,
tu voz melódica me atrapó,
y esa sonrisa, ¡oh Dios! es que siempre me deja tan alelada.
Yo solo deseo que seas feliz,
pero tenerte lejos me mata.
Y ahora me dices que te vas,
que tu viaje no ha hecho más que empezar
(¿supongo que siempre cabe la posibilidad de raptarte?).
Ya se que esto no es una despedida,
que solo es un hasta pronto,
pero es que no puedo evitarlo,
las lágrimas se me escapan solas,
como una lluvia impredecible e inacabable.
Quizás pronto podamos dar vueltas en un globo,
al estilo Willy Fog,
y hacer esos viajes con los que tantos días soñamos despiertas,
siempre tan aventureras,
¡Ai mujer!,
si es que te comería a besos (aunque no me dejas).
Dibujo: Conrad Roset - Musa negro y rosa.